CONVERSACIONES DE CUARENTENA

De repente, estábamos en nuestras casas. “Confinamiento” era una nueva palabra y durante ese tiempo una llamada telefónica diaria se transformó en Conversaciones de cuarentena. Un proyecto pequeño e íntimo, sin ambiciones. Un fotolibro donde se mezclan las rutinas y las fantasías con los recuerdos y las charlas entre abuela y nieta.

 

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- Hola abuela.

 - Hola currita.

De repente tenemos por delante 15 días de cuarentena que mi abuela tendrá que afrontar sola, sin compañía.

 - Fíjate, todo el día sin salir. ¿Cómo lo vamos a hacer?”

A los 82 años ella es más activa que muchos de 30, así que, imagino lo que le costará estar quieta durante tanto tiempo. Se acabaron los paseos con amigas. Ir a casa de mi tía a pasar las tardes. Se acabó ir al mercado y a misa.
Como si nada, me pregunta:

 - ¿Te acuerdas de Ichi?

Yo claro que me acuerdo. Es su vecina de enfrente, una que tiene mi edad y siempre andábamos jugando juntas.
Ella le está preguntando si necesita algo cada día y se ofrece a traer cualquier cosa. Así, mi abuela no tiene que salir de casa y exponerse.
Porque parece que estos días van a ir de eso. De ayudar a la vecina. De preocuparse por el resto de personas y no solo de nosotras mismas. De ser sociedad por encima de individuo. De estar más cerca que nunca.

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- Hola abuela.

- Hola currita, ahora te llamo, que estoy hablando con Margarita, la de Villajoyosa.

Y me llama al rato.

- Fíjate es que se ha muerto Fina, la que era mi vecina de arriba. Qué pena, me ha dolido mucho, hija.

Me pregunto si una se puede llegar a acostumbrar a que se vayan marchando sus amigas y conocidas. No es raro que mi abuela me cuente que ha fallecido “tal” o “cual”, personas que alargan esa lista de gente de su generación que ya no está.

Contrarrestamos su bajón hablando de esas cosas “buenas” que están sucediendo por el Coronavirus.

- Pues mira, me ha llamado gente que hacía 10 años que no hablaba con ella. Ahora está surgiendo mucho cariño. Es que pienso que antes nos queríamos más. Se cuidaba a los mayores, no había tantas residencias porque estaban ahí los hijos. Ahora se trabaja más y también hay más egoísmo. En el nuevo mundo no se quiere tanto. Muchos valores se han perdido.

Mi abuela tiene muy arraigado el hábito de cuidar a las personas. Cuidó de sus 3 hijas y después me cuidó a mí cuando fui pequeña. Cuidó también de sus padres, de los dos. Primero de su madre, Aurelia, que vivió muchos años con las secuelas de dos ictus. Después de su padre, Fermín, que tenía buena salud y llego a ser tan mayor que a mí me parecía el señor más viejito y delicado del mundo. Y cuidó también de su Luisito en sus últimos meses de vida. Yo siempre la recuerdo cuidando de alguien. Sin quererlo, se ha convertido en un referente de cómo acompañar a un ser querido cuando más lo necesita. Sorprendentemente, ella piensa que no hizo todo lo posible.

- Anda que no les pido yo perdón a mis padres. A veces pienso que no les cuidé lo suficiente, no sé. Y el no haber estado cuando murió mi madre. La enfermera me dijo, “vete a casa Maribel si ella está que no se entera” y me fui, y esa noche murió sin estar yo con ella.